Invento historias desde que tengo memoria. De hecho, tengo la casa de mis padres llena de libretas y hojas de papel con notas sobre historias, cuentos inacabados y dibujos. Cuando estaba en el instituto con Irma, parecía que las ideas y la inspiración eran infinitas (y siempre aparecían en las clases de matemáticas), pero fuera de la libreta, las palabras para escribirlas muchas veces se me escapaban. Ahora, a veces es al revés.
Llevo años dando tumbos por el mundo, aprendiendo idiomas y buscando una profesión honrada, poniendo miles de kilómetros entre yo y mi zona de confort. Pero siempre vuelvo a escribir.
Ya es hora de que lo haga sin excusas, sin miedo al futuro, simplemente porque me encanta.
La libreta negra 