IV. Las 100 muertes de Rid Blake

carbon

Ambos tenían cejas, pestañas y párpados cubiertos de hollín. Es normal entre los trabajadores del fuelle. El anciano, con sus labios resecos y agrietados, sonríe sus tres dientes negros y mastica la papilla que les llevamos para desayunar, sin parar de contar historias y chistes de su época como soldado. El más joven apenas me mira, barba hundida en su cuello, una cuchara que aparece y desaparece en tres poderosos movimientos, y me devuelve el cuenco con rapidez, reanudando su trabajo.

A pesar de que siempre mantiene la cabeza baja y conozco mejor el nacimiento de su pelo en remolino que su rostro, he podido observar que la barba ya comienza a unírsele con el pelo del pecho. El ceño siempre fruncido. Y antes de que llegue a los veinticinco comenzará a perder los dientes. Aquí todos los hombres envejecen de la misma forma. O quizás debiera decir que evolucionan de la misma forma; porque los niños parecen nacer ya viejos. Es como si el aire de nuestra fragua, El Fuelle, se te metiese en los pulmones con la primera inhalación al nacer, y ya estuviésemos destinados a consumirnos para siempre. De la peor manera.

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II.I Lo perturbador

Las anécdotas de Pablo solían comenzar todas con un «estaba viendo porno cuando…», seguido de las historias más inverosímiles. Además o a pesar de ser un gran contador de historias, normalmente sorprendía a sus novias cuando, tras una llamada importante del trabajo, de sus amigos o de su madre, colgaba y se levantaba con rapidez (cuando no había estado dando vueltas por el salón) y anunciaba «menos mal, me estaba cagando» antes de salir corriendo hacia el cuarto de baño. No fallaba, según decía él: el teléfono es el mejor laxante.

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I. Memento Mori

En la familia Villalocos, hay una maldición,

la que no vuela, arde como el carbón…

El señor Rivas llevaba casi una hora disponiendo los preparativos para realizar la fotografía, y el padre de Celia comenzaba a impacientarse. No es que fuese una familia que se tomase el tiempo a la ligera, precisamente. En cada generación alguien les recordaba que los minutos apretaban en la muñeca.

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I. La venta / Estamos en movimiento

LA VENTA

Una minifalda negra quemada por un cigarrillo y una camiseta suelta que cae por los hombros, los ojos pegajosos de rímel y eyeliner, y el pelo despeinado. Parece un uniforme acordado por todas las chicas que esperan para entrar en la discoteca o fuman fuera, bajo la luz rota de una farola. Dentro, la música electrónica y las luces recuerdan a un videojuego de los recreativos.

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