V. Bajo la piel

fb1ba2c9034a1d91e1d6e246eda3d9dd

Todo empezó con una uña negra. Pensé que había sido un golpe. He asumido mi torpeza hasta tal punto que amanecer con un cardenal no constituye ninguna sorpresa.

         A los dos días, hasta me alegró ver que la uña que no se caería.

         Pero a los cuatro días todo el dedo estaba negro. No dolía, sorprendentemente. Era una de esas cosas que hacen más daño a la vista de los demás que a los sentidos propios. Pensé que era mi propio cuerpo reclamando mi atención.

Sigue leyendo