X. Suffer, little children

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Escena de la película de terror La bruja, una leyenda de Nueva Inglaterra (The Witch, A New England Folktale), del 2015. Película con la que quizás esté, o no, algo obsesionada

Me ha parecido que el título de la canción the The Smiths era apropiado para esta escena en la que la bruja, en su aspecto más joven y cautivador, atrae con un perturbador beso al joven preadolescente que se ha perdido en el bosque.

Marián

IV. Encalar y no hacer preguntas

Encalaban las casas cuando algo sucedía dentro. Generalmente era alguna enfermedad, pero nadie se acercaba a menos de diez metros para descubrirlo. Era un pueblo de casas bajas, silencios a mediodía y llantos de mujeres cuando la tarde acaba.

Recuerdo cuando una mañana llegaron unos hombres a mi casa. Yo entonces era muy pequeña para entender el porqué, pero venían a encalar mi casa. Tras las paredes nos quedamos mi madre, mis dos hermanas mayores y yo. Mi padre y mi hermano pequeño se habían ido aquella mañana. Entre llantos y gritos, unos hombres vestidos de negro encajaron puertas y ventanas, dejando únicamente una ventana sin cubrir de polvo blanco, pero tampoco abierta una vez salieron por ella y la cubrieron por fuera.

Mis hermanas tenían doce y catorce años, y yo apenas unos siete. Mi madre les dijo de pronto que dejaran de llorar, que sólo sería por unos días, y nos apresuró a traer todos los candelabros que había en la casa. Antes de que cayera la noche, cubriendo cada rejilla y rendija a las que la cal no hubiera llegado, debíamos procurarnos luz.

Así comenzó todo.

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III. Las 25 cosas más curiosas y/o ridículas que me han sucedido en estos 25 años

Siento haber tardado terriblemente en escribir esta vez. Le he dado muchas vueltas a este mensaje desde que se me pasó el plazo decente de publicarlo, y aqui van, las 25 situaciones y personas más extrañas y curiosas con las que me he topado jamás.

  1. El americano en Irlanda – o el día en el que a mi amiga, de visita durante mi Erasmus, y a mí se nos ocurrió que acceder a acoger a un tipo que habíamos conocido en un pub una noche en mi sofá para que se ahorrase el hostal antes de coger un avión era una buena idea. En resumen, salimos a tomar una cerveza con el tipo, que actuaba de modo extraño, hasta que nos dio sueño. Le di mi dirección y él vino a mi casa a las tres de la mañana, momento que aprovechamos para despertar a mis compañeras entre histéricas y gilipollas perdidas, para avisarles de que el tipo estaba durmiendo en el salón (aunque ya sabían que vendría), pero que nos había parecido muy raro. Luego, cogimos un taxi para dejar a mi amiga en el aeropuerto, cagadas de miedo, y nos despedimos. A la mañana siguiente, el americano me despertó con un SMS, y le despedí en la puerta. El pobre había dormido en el suelo del salón porque no cabía en el sofá, y le esperaba una buena resaca en su día de viaje. Me dio un abrazo y me dio las gracias.
  1. La fiesta de Jagger – y todos los chupitos de Jaggermaister, los bolígrafos para jugar al “bingo” que usamos para pintarnos pollas y escribirnos guarradas unos a otros en una discoteca entera, y mi momento desaparición en el descampado con un aleatorio que, borracho como iba, fue tierno e hizo una foto de mi cara para no olvidarse de aquella noche. Después de aquello, volví con mis amigas y tardamos dos horas en volver andando desde la discoteca hasta nuestro piso.

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II.II Al final del camino de las luciérnagas

La tarde comenzaba a caer y la luz dorada que entraba por la venta se colaba a duras penas en el tenderete. Tres sábanas colgaban rodeando las camas a la forma de tiendas de campaña improvisadas. La tarde anterior aquello había sido un campamento en la selva, pero hoy era un campo de operaciones.

           Las siluetas de Mateo, Kike, Raquel e Irene se proyectaban en la pared. Jorgito permanecía en una esquina junto a la puerta. Como solo decía tonterías, le habían convencido de que su gran labor era vigilar que la abuela no viniese a interrumpirles. Pero ya habían pasado dos horas de aquello, y Jorge se había hartado y había cogido el pez de cerámica del vestíbulo y jugaba a meter y sacar objetos de él. Mateo siempre se ponía tonto cuando invitaban a Kike a jugar con ellos.

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